Abril un día de enero

Cuando Abril conoció a Agosto terminaba enero. Una ambulancia no es el mejor lugar para conocerse, pero ahí tuvieron su primera cita. El día que Abril le abrió la puerta nunca más volvió a cerrarla. Una abuelita había tenido un percance de salud que la llevó de emergencia al hospital. Una madre había buscado una enfermera para que atendiera a su madre en casa, cuando le dieran de alta. Agosto fue al hospital para ayudar en el traslado de su abuelita. La habitación 210 del hospital estaba cerrada. Toco la puerta suavemente. Cuando Abril abrió la puerta de su vida sus ojos vieron más allá de lo evidente. He ahí al hombre. Agosto no se dio por aludido. Sufría una miopía voluntaria. Habló todo el trayecto del hospital a la casa. Su madre, su tía y el chofer de la ambulancia le convencieron de ir atrás, junto a su abuelita y a la enfermera. Abril escuchó atentamente todo el discurso de Agosto. El cuarto de hora que les tomó llegar al destino fue suficiente para empezar. En casa esperaban tres niños: Octubre, Diciembre y el pequeño Marzo.
Tres meses les tomó convertir el encuentro en unión. Abril y Agosto vivieron felices para siempre. En la boda, unos años más tarde, se rodearon de amigos y compartieron la alegría de la familia en una mesa llena de comida, vino y pastel. Tuvieron que salir corriendo para tomar el bus que los llevaría a la Ciudad de la Amistad. No tuvieron tiempo de probar su pastel. Estuvo delicioso. Llegaron tarde, cerca de la medianoche, a la Casa de la Luna. Un espacio de miel los albergó aquellos días.
Después, tocaron años duros, muy duros. Sobrevivieron. A los once años de su reinado llegaron las vacas gordas, dejaron atrás el desierto junto al océano y se internaron en los bosques orientales. Adaptarse no fue fácil, pero lo lograron con la ayuda de parientes que nunca antes habían conocido y los amigos de antaño. Hay quienes afirman que antiguos profetas hablaron de ellos. Ni lo afirmo, ni lo niego, pero me queda claro que era una pareja y una familia bastante singular. Allí aprendieron los misterios del chocolate, ofrecieron los sabores de otro mundo y en el monte amazónico se transfiguraron.
Fueron felices para siempre, aunque se rompieron varias veces. Fragmentados a golpes, con los niños crecidos y alejados, hallaron el pegamento para unir los pedazos y llenarse de alegría siempre. La risa de Abril, el ingenio de Agosto y la bondad del cielo hicieron milagros. Las heridas comenzaron a sanar de viernes a viernes. El sábado fue de gloria. El domingo, de resurrección a la abundancia.
Veintiún años después, Abril y Agosto siguen a veinte años de distancia, felices como siempre.
¿Hasta cuándo andarás errante, hija infiel? Porque Seré ha creado algo nuevo en la tierra: una hembra rodeará al varón.