Cristianismo libertario o el Evangelio de San Martín

Cristianismo libertario o el Evangelio de San Martín
¿Es el 'cristianismo libertario' una moda o la esencia olvidada del Evangelio?

Con el auge de discursos libertarios en América Latina —y particularmente con el ascenso de Javier Milei al poder en Argentina— no faltará quien se pregunte si hablar de un cristianismo libertario es un modo de estar a la moda. Pero quienes conozcan a profundidad los textos neotestamentarios saben que detrás de este concepto hay una semilla profunda y antigua: la relación entre libertad interior y orden social.

Lejos de ser un credo domesticado, el cristianismo original nunca ha sido cómodo ni conformista. Lucas registra en el Libro de los Hechos el grito desaforado de los que se veían afectados por el cambio cristiano: “¡Estos que alteran el orden del imperio también han venido acá!”. No podría ser de otro modo, recordando una de las advertencias que el Maestro les dio a sus estudiantes, antes de enviarlos a la búsqueda de ovejas perdidas: “No crean que voy a introducir paz a la tierra, no voy a introducir paz sino a clavar un puñal de guerra. Voy a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra, porque los enemigos del ser humano son los de su casa” . La verdad tiene un costo, y el primero suele pagarse en los vínculos más íntimos, cuando se rompe con las lealtades impuestas por la costumbre, la sangre o la ideología. La libertad que trae la enseñanza cristiana no se negocia en mesas de poder: se vive, se disfruta, se sufre y se testimonia.

Un ejemplo vivo de esa lucha por la libertad interior y el orden social fue el general José de San Martín. Su vida no solo fue militar, sino profundamente política y ética. Tras su encuentro con Bolívar en Guayaquil, renunció a todo mando para evitar que la lucha independentista degenerara en guerra partidaria. Luego abandonó el Perú cuando la intriga y la mezquindad empezaron a corroer el proceso emancipador. Regresó a Buenos Aires, solo para encontrar que su esposa acababa de morir. No fue bien recibido. Y eligió entonces el destierro voluntario en Europa. Su vida fue una lección de renuncia a todo poder que no sirviera al bien común. Consciente de que la libertad no era solo independencia política, sino sobre todo emancipación interior, San Martín insistió en combatir al verdadero enemigo: la ignorancia arrogante. Por eso fundó bibliotecas y donó sus propios libros, convencido de que una república sin educación es solo una apariencia de libertad. San Martín exhibió constantemente una auténtica libertad interior al servicio del prójimo, reivindicando así los valores del cristianismo.

La misión de todo estudiante cristiano se resume en estas palabras: “No he venido a ser servido, sino a servir y dar mi vida por muchos” . En esa lógica, el cristianismo libertario no se limita a rechazar la opresión externa —económica, estatal o internacional—, sino que exige una educación centrada en el servicio, en el desarrollo integral de personas libres, responsables y solidarias.

Ser libre, desde esta visión, no es hacer lo que uno quiere, sino hacer lo que uno debe, por elección y por amor. Es vivir en la honestidad y humildad de nuestra íntima verdad, incluso si eso implica romper con estructuras heredadas, perder privilegios o caminar solo.

El Himno Nacional del Perú proclama: “¡Somos libres! ¡Seámoslo siempre!”. Esa es la gran tarea cristiana: que la libertad no sea un grito del pasado ni un eslogan político, sino una responsabilidad viva. Ser libre es un proceso continuo, que comienza en la toma de conciencia de cada individuo y se proyecta como servicio hacia la sociedad. En ese camino, el cristianismo puede —y debe— recuperar su filo libertario, como una espada de luz que, en lugar de oprimir con culpabilidad y prejuicios, sea capaz de liberar cortando las amarras —mentales y sociales— de la pobreza autoimpuesta, la idolatría del poder y la dependencia que infantiliza.

Mientras algunos aprovechan estas fiestas para fines personales o puramente partidarios, el cristianismo sigue agitando la pregunta incómoda: ¿libres para qué?

¡Felices fiestas patrias a todos los peruanos!