El camino de Santiago de ultramar o soy el que seré

El camino de Santiago de ultramar o soy el que seré
Andando por el Camino de Santiago de Ultramar.

Las definiciones más importantes, respecto a quiénes somos, no las hacemos, comúnmente, por nosotros mismo, sino, por los que amamos (o tememos).

Uno puede pasarse la vida cavilando, tratando de responder a la pregunta ¿quién soy? Pero, de pronto, es alguien que amas el que pregunta. Entonces, reúnes toda tu fuerza para responder con todo lo que tienes. Meod meod.

La respuesta puede ser acertada, o no. Es lo que hay. Sin embargo, el que recibe la respuesta nos deja claro, con sus gestos, miradas o palabras, si le dimos una solución o solo aumentamos sus problemas.

Que alguien se pregunte ¿quién soy? no es lo común. ¡Tenemos tantas identidades para llevar desde que nacemos! Nombres, apellidos, nacionalidad, religión, profesión, ideología política, equipo deportivo... ¡Cómo no vas a saber quién eres!

La mayoría de estas identidades son meros productos identitarios, creados como se crea cualquier producto del mercado, con la misma intención de captar nuestro interés, nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestra vida.

Lo siento, pero todo lo que te saque del eje de tu ser es manipulación pura y dura. El sabio aconsejó:

Instruye al niño en su camino y cuando sea viejo no se apartará de él.

Por eso mismo, es tan importante distinguir entre nuestro ser y el ego. El ser es "tu camino" de niño a viejo, o sea, toda tu vida. Y no debes apartarte de él. Abraham andó ese camino, pero le tocó corregir, porque evidentemente no fue instruido de niño en él. Por eso tuvo a Isaac en su vejez. Podía engendrar hijos, pero no un Isaac, eso solo era posible con Sara y cuando estuvieran listos. Por eso dejó familia, religión, nacionalidad y cultura atrás. Lej lejá.

El ego es lo que te lleva al sobrepeso, a la diabetes, al sufrimiento crónico, al temor constante, a la desconfianza, al acaparamiento. El ego es tener lo que no necesitas. El ego es confundir el ser con la necesidad.

Eva vivía en el Edén, pero necesitaba ser como... su mamá, su vecina, su influencer, entonces tomó del fruto prohibido. Tenía todos los árboles frutales a su disposición, pero no, tenía que ser ese precisamente, ese único que estaba prohibido. "Y no lo quiero para nada malo", repetía. La serpiente astuta sabe aconsejar al que solo ve "su necesidad" y no su destino.

Adam, deslumbrado por la belleza de Eva, se olvidó de poner nombres a muchos animales. Hueso de mis huesos, carne de mi carne, día y noche, sin descansar, hueso de mis huesos, carne de mi carne. Le dieron el fruto prohibido y no preguntó, hueso de mis huesos, carne de mi carne, se lo comió completito. Eva era una presencia adictiva, huesos de mis huesos, carne de mi carne, hasta el dolor, hasta la absoluta agonía.

Por eso mismo y no por otra razón, cuando Moisés preguntó:

— ¿Y cómo te llamas?

El que habita las alturas respondió:

— ¿Yo?

— Sí, tú, pues, ¿no me dices que vaya en tu nombre?

— Yo me llamo Seré. Porque soy el que seré. Diles que Seré te envía.

— Oki doki.

Todo depende de que entendamos que el ser está siempre en futuro. No es lo que soy lo que me define, sino lo que seré.