El hijo de Isaac

El hijo de Isaac
Tuvo un compañero que le daba las respuestas en los exámenes. Tuvo una mujer que nunca habló de la violencia con que era tratada y sonreía feliz a su lado, para las redes. Tuvo un jefe que le perdonaba todas sus faltas, porque era el único que sabía cómo conseguir los permisos para sus buses viejos. Aquella mañana se levantó muy contento, tenía servicio, saldría por la tarde y llegaría de madrugada a su destino, tomaría su caldo de gallina donde la Vilma, a la vuelta de la agencia, y de ahí a donde su amiguita. Caso cerrado. Salió de su casa muy sonriente, dejando a su mujer muy extrañada. Todo iba según lo planeado hasta la hora del servicio. Le habían cambiado de bus para dárselo a un compañero imbécil, famoso por su responsabilidad. Era el mejor bus. Ahora tendría que manejar el 696 y rogar que no se quedara botado en la carretera. Lo peor fue que al ir a reclamar por el cambio, se encontró con el imbécil y decidió quedarse callado. Le hervía la sangre al recordarlo. Encima, tenía que llevar esa promoción de escolares bulliciosos y engreídos. No, no le perdonaba al mundo su insolencia. Salió a la guerra. Iba por la carretera por encima de la velocidad límite, haciendo maniobras para fastidiar a los conductores de vehículos más pequeños, adelantando de manera indebida. Mientras caía al abismo, arrastrando con él la vida de aquellos niños, apretando los dientes, solo supo decir: “mierda, mierda, mierda”, viendo cómo pasaba su vida delante de él.

Una negligencia médica, un accidente de tránsito, una condena injusta, basura en la calle, ropa sucia acumulada, comidas a deshora, sobrepeso, terrorismo, una casa llena de cosas inútiles, violencia doméstica, un escritorio desordenado, ropa que nunca se usa colgada en el ropero, copiarse en un examen, sufrir una enfermedad prevenible, estar endeudado, conducir un vehículo en mal estado, usar una herramienta en forma indebida, corrupción, coimas, no lavarse los dientes adecuadamente, enamorarse de alguien sin conocerlo, descuidar a los animales domésticos, una cama sin tender...

Tienen la misma característica: aportan al caos, alteran el orden, contribuyen al mal. Las cosas sagradas son las que contribuyen al bien, esa es su santidad. En la teoría bíblica, “Israel” es el proceso al bien, “Amalec” es el proceso al mal. Jacob es el hombre que se esfuerza por el bien, considerando a los demás, hasta convertirse en Israel. Esaú es el hombre que se esfuerza por satisfacerse a sí mismo, sin considerar a los demás, hasta convertirse en Amalec. Jacob y Esaú son hermanos, hijos de Isaac, pero a diferencia de Abel y Caín, ahora Jacob sabe que debe enfrentar a su hermano y no evadirlo.

Entonces Seré dijo a Moisés: —Escribe esto en un libro como memorial, y di claramente a Josué que yo borraré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Moisés edificó un altar y llamó su nombre “Seré es mi bandera”. Y dijo: —Por cuanto alzó la mano contra el puesto de Seré, Seré tendrá guerra contra Amalec de generación en generación.