Una escuela en el bosque 1

Una escuela en el bosque 1
Ya nadie enseñará a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: ‘Conoce al que Seré.’ Pues todos ellos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el que Seré.

Una escuela es una sociedad de aprendizaje. Si algo caracteriza al ser humano es su capacidad de aprender.

Permítanme ser negativo un momento. No creo que, como especie, hayamos alcanzado el mérito para denominarnos homo sapiens sapiens, nuestra historia está llena de evidencia de que solo llegamos a homo erectus, unos simios erguidos y pretenciosos. Si algo de sapiens tenemos, es para la guerra y la autodestrucción, netos sapiens neandertales.

Pero, hemos demostrado, a lo largo del tiempo, que somos capaces de evolucionar por decisión propia. Tal vez es lo que le falta descubrir a la ciencia. Y lo que nos falta como especie es descubrir que esta evolución es lenta por causa de nuestra cobardía y conformismo. Preferimos quitarle al otro, que producir. Preferimos golpear, que investigar. Recuerdo cuando en mi casa se le daba golpes al televisor de tubos para que funcionara. Si optamos por el mínimo esfuerzo, solamente para seguir en el mismo sitio, esa opción nos llevará a la autodestrucción. Si optamos por el mínimo esfuerzo para ahorrar energía, para seguir avanzando, encontraremos el camino por el que se ha producido el desarrollo humano a lo largo de milenios.

Entonces, podríamos, voluntariamente, evolucionar hacia el homo discens, el hombre que aprende, para llegar a ser verdaderamente sapiens. Uno de nuestros sabios dejó registrada esta frase: "el temor al superior es el inicio de la conciencia y el conocimiento". El texto semita dice: Irátï Iejúe rasítö dótü. Iráti de la raíz IRA (hebreo ירא), es más que 'temer', es tener 'terror' a lo superior, pero un tipo de terror que puede convertirse en un profundo respeto, llegando a la reverencia, como el que sienten los pescadores respecto al mar. Ahora, yo creo que la raíz IRA está relacionada con la raíz RAE (hebreo ראה) de 'ver' o 'mirar', porque me parece que es necesario ver algo terrorífico para sentir terror. Así que es la contemplación de lo superior, en un nivel que nos cause temor-terror-respeto, lo que da lugar al surgimiento de la conciencia. El poeta latino dijo "paupertas impulit audax", la pobreza me impulsó a la audacia. Y también se ha dicho que la necesidad es la madre del ingenio. Hay una clara relación entre percepción del problema y su solución. Seguramente por eso, dijo el profeta que llegará el día en el que nadie tendrá que enseñar nada a nadie, o en el que dejaremos la pretensión de la enseñanza, para pasar a enfocarnos en el aprendizaje. Porque solo aprendemos aquello que nos impacta al nivel del miedo o la admiración.

Desde este punto de vista, la pretensión de cualquier sistema educativo raya con la ignorancia o la estupidez, y se convierte en un esfuerzo bien intencionado, pero inútil, o en un acto mal intencionado, dirigido al control del peor tipo. La evidencia de esto último queda nítidamente graficado en el lema antiguo: "la letra con sangre entra". Hay que fabricar terror para provocar el aprendizaje. Es la lógica de la cárcel. Lo interesante es que eliminado el terror pedagógico, el rendimiento escolar decae notoriamente. Lo que no quiere entender el "educador" es que eso que llama educación es un proceso íntimo que pertenece al individuo, un espacio en el que su acción educativa es absoluta intromisión. Y esta intromisión ha surgido como complemento al secuestro de los padres.

El sistema social requiere que los padres estén dedicados por completo a la labor económica sea produciendo, sea consumiendo. Los padres, a su vez, encuentran en la labor económica la coartada perfecta para eludir su responsabilidad. Es muy fácil procrear, es muy difícil educar. Entonces, la labor educativa, que es tarea de los padres y de la comunidad de la que son parte, cae en el vacío. Ahí surge la oportunidad del "sistema educativo formal". Coordinadamente o coincidentemente la escuela se encarga de la formación ideológica a favor del sistema de poder. Sin duda, el esfuerzo puesto en la enseñanza es descomunal, basta ver el tamaño del presupuesto educativo de la república por pequeño que parezca. Pero la enseñanza es la presunción equivocada. Y por esa razón, en el sistema educativo formal, el "negocio" está en las "notas". Lo que motiva en última instancia son las notas o calificaciones, los certificados, los títulos. ¿Es necesario explicarlo? ¿No es evidente? El título da acceso al puesto y el puesto da acceso al dinero. Fin del camino.

Obviamente, es una ilusión. Porque al final, los títulos no dan acceso a los puestos y los puestos dan una miseria de dinero. Entonces descubrimos que se trata de una manipulación, porque los sectores realmente pudientes de la sociedad siempre tienen una sala v.i.p. Sin importar si es de izquierda o de derecha, el sistema es básicamente el mismo. Sin importar si hay escasez de recursos pedagógicos o abundancia, el sistema funciona básicamente igual.

El conocimiento es poder. Por eso importa controlarlo. El conocimiento enriquece. Por eso conviene dirigirlo. Eso es cierto incluso para los padres y el entorno familiar, sin embargo hay una gran diferencia: cuando la gestión del conocimiento se realiza dentro de la familia, empodera a toda la familia, incluso si uno de sus miembros se aprovecha a costa de los demás. Cuando la gestión del conocimiento se realiza fuera de la familia, todo el esfuerzo de la familia empodera a un extraño y debilita a la familia. Como en un campo de concentración, la familia recibe solo lo necesario para subsistir, para engendrar más mano de obra y para seguir produciendo riqueza para otro.

Ahora, dejemos la negatividad, por muy justificada que sea.

Lo que caracteriza al hombre es su aptitud para el conocimiento. Somos, literalmente, seres estructurados por y para el conocimiento. El desarrollo de nuestra especie depende de esa relación. Por eso escribió el sabio: "el hombre conoció a su mujer", tal es la naturaleza del acto cognitivo que es capaz de dar a luz una humanidad, literalmente.

A estas alturas de nuestra evolución como especie, ya sabemos lo que es capaz de producir el amor al bien. Nos basta estar al lado de otros seres humanos para acelerar exponencialmente nuestro conocimiento. Y el conocimiento nacido por amor al bien alimenta la conciencia para impulsar y dirigir la acción capaz de producir bienestar.

Una escuela, entonces, es una sociedad de aprendizaje, en la que todos, sin distinción alguna, tejidos en nuestras propias familias y comunidades, motivados por el amor al bien, damos a luz el conocimiento que necesitamos para dar solución a nuestros problemas. Y el conocimiento, así obtenido, fluirá de unos a otros, sin limitación alguna, como un inmenso río, beneficiándonos a todos.

Y el conocimiento de la riqueza superior llenará entonces toda la tierra, como las aguas llenan el mar.