Valor y verdad

Valor y verdad

Viviana creía que el mundo estaba a sus pies. Bien hacía en creerlo. Toda persona debería creerlo. Los niños lo creen así y por eso lloran y patalean cuando algo lo quiere negar. Su mayor placer era dormir hasta tarde. Odiaba levantarse temprano. Se había levantado temprano toda su vida. Eso pensaba. La voz de su mamá todavía resonaba: "Viviana, ya levántate". ¡Qué rico no hacerlo y quedarse metida en el calor de la camita un ratito más! Es un instante endorfínico lleno de absoluto placer. Literalmente volver al útero de mamá. Pero viene tu mamá, en nombre del amor y la vida, y en un nuevo y doloroso parto matutino te expulsa otra vez más, con la diferencia de que esta vez te duele a ti.

La relación con una madre está marcada con un natural rechazo mutuo. Amor odio dirán algunos. En realidad es pura fuerza gravitacional. Si lo entendiéramos, los sicólogos se quedarían sin trabajo. El óvulo es pura madre. El espermatozoide es puro padre. Cuando el planeta madre recibe el impacto del meteorito padre, la colisión es de tal magnitud que todo cambia. Así, siempre es la génesis de una nueva vida. Big Bang en el Toju va Boju. Una colisión es necesaria para romper los límites y alcanzar la fusión de los núcleos. Hay pérdida de identidad. Todo es confuso. Llanto y risa. Dolor y placer. En medio de ese caos primigenio que parece no tener más propósito que la destrucción, surge Viviana Mórula.

La individualidad es un milagro de la vida. Y cada persona, por insignificante que parezca, embrión, feto o recién nacido, es literalmente un planeta que emerge en el universo. Y ese nacimiento es un cataclismo mágico que destruye y construye, que arrasa y erige. Por eso, el equilibrio es el arte y la ciencia de la vida. Nada hay más hermoso que la imagen de una madre contemplando a su bebé. Y sin embargo, al mismo tiempo, nada más conflictivo. Los individuos avanzan merced a partos consecutivos. Cada fase nueva y significativa es un enfrentamiento doloroso con los límites. Forjar músculos. Aprender un idioma. Pareja. Paternidad. Emprender. Así va el planeta Viviana, arrastrada por la fuerza de la Tierra, a 100 mil kilómetros por hora. Haga lo que haga, no puede detenerse. Y en el camino, o aprende a esquivar o se desintegra. Es la ley de la vida.

La madre quiere que Viviana siga dentro de su vientre, es un lugar seguro. Pero, al mismo tiempo, ya no lo soporta. Finalmente, ni siquiera puede evitarlo. Parir o morir. El cuerpo inteligente lo sabe y entonces expulsa al invasor. Desde cierto punto de vista, un embarazo es una enfermedad muy peligrosa, que pone en riesgo la vida de la enferma. Desde otro punto de vista, es un proceso delicado y natural gracias al cual se sostiene la existencia de la especie humana. Vaso lleno, vaso vacío. No es relativo, es relativo a.

No es casualidad que el sabio usó la "mayéutica" para hacernos parir la verdad que está dentro de nosotros mismos. Aprender a ser parteros es algo que todos debiéramos considerar. Parir y ayudar a parir, de eso depende nuestra existencia. Con eso equilibraríamos nuestro gusto por copular. Es como comer carne. Cuando tú mismo tienes que sacrificar al animal que has criado. Escogerlo, prepararlo, degollarlo, sentir sus últimos instantes, su resistencia a morir. Te hace tener respeto por lo que comes. ¿Vale la pena que este animal muera para que yo viva? Los antiguos hebreos tenían que poner sus manos encima del animal que sería sacrificado y proclamar que ese animal estaba ocupando su lugar. Luego venía el sacrificio, que no era para el dios, era para que el humano tuviera conciencia del costo de su existencia. La realidad del santuario hebreo es que era un camal. Así se regulaba el consumo, no mediante impuestos o mandatos, sino, a través de la conciencia.

Viviana creía que el mundo estaba a sus pies. Bien hacía en creerlo. Todo dependía de que entendiera las leyes que gobiernan la vida y se sometiera inteligentemente a ellas. Madre e hija pueden vivir en armonía, si aprenden a respetar una distancia saludable, que les dé espacio a ambas para desarrollar sus vidas. La hija no es propiedad de la madre. La madre no es la eterna benefactora gratuita de la hija y el útero al que corre cuando se antoja. Ambas son planetas inmensos con un mundo propio en su interior, rodeados de otros planetas y satélites. Lograr el equilibrio de nuestro sistema solar fue algo extraordinario. No todos los planetas sobrevivieron. Pero los que quedaron fueron los que entendieron que el mundo está a sus pies cuando uno está también a los pies de los demás.

¿No te he mandado que seas fuerte y valiente? No tengas miedo ni te acobardes, porque el Bien, tu autoridad, estará contigo adondequiera que vayas.